martes, 22 de noviembre de 2011

El sol implacable

El sol implacable no detiene su paso, se abre camino entre el aire, ágil, rápido, impulsado por un derrame dentro del pecho. No es líquido, no es sangre, no es agua, pero dentro está, fluye, acelera su respiración y corre riesgos absurdos. Un agente raro, inesperado, se coló en sus vagas aguas de pensamiento y las agitó durante varios segundos, volvió el calor, regresó ese interés apagado durante mucho tiempo, aunque le asusta lo incierto de su dirección, no ayuda su falta de paciencia y su nula capacidad para esperar resoluciones concretas, esa ansiedad estúpida. Pero, principalmente, no entiende los tiempos del otro, el ego lo ciega, lo insensibiliza, lo hace actuar desmedidamente.

JFC

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